La risa (II)

Pone UmbertoEco (El nombre de la rosa) en boca de Jorge:

“ Juan Crisóstomo ha dicho que Cristo nunca rio.

  1. Nada en su naturaleza humana lo impedía –observó Guillermo-, porque la risa, como enseñan los teólogos, es propia del hombre”.

Si Cristo fuera solo Dios, no podría reírse, porque sería incapaz de sorpresa.

  1. Por eso, Cristo, forte potuit sed non legitur eo usus fuisse (´quizás pudo reírse, pero no consta que hubiera hecho uso de ello´), dijo escuetamente Jorge, citando a Pedro Cantor”.

Relata, sin embargo, después Guillermo cómo San Lorenzo invitó a sus verdugos a que ya podían comerlo, diciendo: “Manducate, iam coctum est” (comed, ya está cocido), poniendo este golpe de humor supremo cuando estaba siendo chamuscado en la parrilla.

“Lo que demuestra que la risa está bastante cerca de la muerte y de la corrupción del cuerpo”, replicó con un gruñido Jorge.

En otro pasaje del mismo capítulo, y ante una observación irónica de Guillermo, Adso le recriminó: “No te rías. Ya has visto que en este recinto la risa no goza de buena reputación”.

A propósito de esto, bajo el título Dios del Miedo, escribió Manuel Rivas: “Parece increíble, pero todavía se mantiene inconcluso el gran debate medieval sobre ´la licitud de la risa´”. Todavía hay que luchar por el más humano de los derechos, el derecho a reír. Todavía poderosos cabezotas predican contra el pecado de la risa, como aquel enfurecido Jorge de Burgos, en El nombre de la rosa, que advierte del cataclismo que supondría la propagación de la comedia. La risa como acto de sabiduría acabaría con el miedo. El miedo al diablo. El temor de Dios. Pero equivocaba la sospecha, como hacen los obtusos de hoy. Si Dios se sostiene en el miedo, el verdadero dios sería el miedo. La primera vez que tuve la sensación de estar ante un pueblo humillado fue cuando de niño oí a los adultos implorar a Dios en procesión: “¡No estés eternamente enojado!”. Entre las cosas que Dios no puede hacer, Tomás de Aquino destacaba que no podía “encolerizarse ni entristecerse” (EL PAÍS 10-01-15). Y podía Heber añadido: “Ni reír”.

Otra cosa es la risa socialmente inoportuna. Recuerdo haber aprendido de adolescente la frase “no hay cosa más tonta que la risa necia”. Después me informé de que se trata de un verso del poeta latino Cátulo (88-54), anE), quien, a pesar de haber fallecido joven, legó bellos pensamientos a la posteridad, entre ellos está este que relata cómo el celtibérico Egnacio, por tener dientes blancos, se reía siempre, incluso cuando todos lloran, por las desgracias que padecen o presencian. Por eso lamentaba Catullus: “Risu inepto res ineptior nulla est”.

Pero, volviendo a El nombre de la rosa, no solo estaba mal vista la risa. También el habla. Dice en la lectura previa del refectorio, citando al Profeta: “Lo he decidido, vigilaré por dónde voy, para no pecar con mi lengua he puesto una mordaza en mi boca , me he humillado enmudeciendo, me he abstenido de hablar hasta de las cosas honestas”.

Del libro ´SABOR Y SABER. Conversaciones sobre el mantel, de Juan Verde Asorey, Víctor Manuel Casco Ruiz y Valentín Domínguez Cerrillo. Ilustraciones de Manuel Malillos Rodríguez.

Fábula del Hermano Generoso

Un matrimonio de avanzada edad decidió pasar los últimos días de su vida en la Residencia de la Tercera Edad que acababan de inaugurar en su pueblo. Con la jubilación podían sufragarse la estancia en aquel lugar y pensaron que, de este modo, no serían una carga para ninguno de sus cinco hijos. Durante muchos años de ímprobo trabajo, habían conseguido acumular una modesta cantidad de posesiones, consistentes en una vivienda familiar con aprisco y almacén, una era, una hermosa huerta, varias tierras de labor y una cierta cantidad de dinero. Con el porvenir resuelto, creyeron oportuno repartir sus bienes entre la descendencia para gozar en vida con la mejora económica que tales bienes supondrían a sus queridos vástagos. Para ello hicieron cinco lotes que consideraron de igual valor. Fue una ardua tarea puesto que se trataba de una hacienda muy heterogénea, pero ellos pusieron todo su empeño en conseguir que los lotes quedaran compensados, arrimando más dinero al que les pareció de menor valor inmobiliario.

Un día, los abuelos reunieron a sus hijos y les expusieron su plan. Todos ellos quedaron encantados, alabando la generosidad de sus progenitores y estimaron que la herencia había sido repartida en lotes de similar valor. Con unánime conformidad, allí mismo procedieron a sortearlos, para poder elevarlos, posteriormente, a escritura pública. Una vez terminado el sorteo y adjudicados los lotes, el hermano más pequeño no estuvo de acuerdo con el resultado y prorrumpió lanzando improperios: “¡La huerta, la huerta. No me ha tocado la huerta! ¡Me ha correspondido el lote de menor valor, un secarral y una pequeña cantidad de dinero que veré menguada en cuanto pague al Notario!” E incluso, descontento por su mala suerte, acusaba a sus padres de no haber equilibrado bien los lotes.

Viendo su desesperación, el hermano al que había correspondido la huerta, le dijo: “No te preocupes, nada es definitivo todavía. Cambiemos los lotes, sea para ti la huerta y para mí el secarral”. Con esta decisión, la reunión concluyó en concordia y todos quedaron satisfechos. Los padres también quedaron muy contentos al comprobar que el espinoso tema del reparto había concluido felizmente.

Apenas dos años después, un afamado industrial se fijó en la situación del secarral y lo consideró idóneo para construir en ese lugar otra de sus fábricas, pagando por el terreno una elevada cantidad de dinero. De manera que, mientras el hermano menor, trabajando la huerta, únicamente obtenía lechugas y tomates, el hermano generoso, vio compensado su buen proceder con billetes en abundancia.

Moraleja: La generosidad, siempre tiene recompensa.

Del libro ´Fábulas carolingias´ , de Carlos Malillos Rodríguez. Ilustraciones de Manuel Malillos Rodríguez.

Carnaval

En la tradición cristiana la palabra latina ´caro, carnis´ (carne, de la carne) significa lo opuesto al espíritu (carnal = vicioso), pero también significa ´hombre´, cuando ´palabra´ significa Dios (el Verbo se hizo Carne). Por su parte, la palabra ´carnaval´proviene del verbo latino ´levo´ (levantar, desviar, parar, retirar), y el sustantivo ´carnis´(de la carne). El cuadro de Malillos no puede ser más claro. Ha llegado la Cuaresma, y está prohibido comer carne, por tanto, hay que llevarla a la despensa hasta que pueda ser dispensada, de nuevo, cuando termine la prohibición. Por influencia del vulgarizado latín eclesiástico, también fue nombrado el Carnaval con la expresión ´carnestolendas´ al entrar en juego el verbo latino ´tollo´ (quitar, retirar).

Con la Cuaresma se volatiliza lo carnal hacia lo espiritual, la virtud sustituye las bajas tendencias. Así se pretende imitar la forma de vida de los cuarenta días que Cristo pasó en el desierto sin probar bocado. Al verlo tan débil el Diablo consideró que era el momento de someterlo a la tentación del delirio de grandeza (milagro contra el hambre, prodigio contra la ley de la gravedad y dominio sobre todos los reinos del mundo). Pero Él se resistió sin ninguna dificultad (claro que, en su caso, no tenía mucho mérito considerando que era Dios y conocía al Diablo como si lo hubiera ´parido´).

Por tanto, carnaval quiere decir que se deje de comer carne, y al mismo tiempo, prescindir de los placeres de la carne, identificados ahora con los de la sexualidad, la eterna ´obsexión´ de los moralistas cristianos. Se trata de una palabra generada por los prohibidores de la diversión, los que exigían el cumplimiento de sus normas, imponían ´sus´ valores y creencias para recibir servicios gratuitos e incluso agradecidos.

La celebración del Carnaval tiene su origen probable en fiestas romanas, como las báquicas, las saturnales o las lupercales, o las celebradas en honor de Apis en Egipto.

En Europa renacieron precisamente en la Edad Media, cuando la miseria ayudaba a sobrevalorar los ayunos, abstinencias y cuaresmas. A pesar de que aumentaron las persecuciones a quienes no respetaban las normas religiosas, el carnaval permaneció, y la tradición continuó hasta la actualidad en muchos lugares del mundo. Se celebraban con mucha comida y  mucha bebida, como si se pudiera almacenar gran reserva alimenticia en la ´panza´ ante las inevitables privaciones subsiguientes, con el objeto de afrontar la abstinencia con el cuerpo bien pertrechado. En España, durante el reinado de los Reyes Católicos, era costumbre disfrazarse en determinados días con el fin de gastar bromas en los lugares públicos. Más tarde, en 1523, Carlos I dictó una ley prohibiendo las máscaras y enmascarados. Del mismo modo, Felipe II también continuó y perfeccionó tal prohibición. Fue Felipe IV, quien restauró el esplendor de las máscaras, que, por cierto, volvieron a desaparecer en tiempo de la Dictadura franquista, para evitar cobertura a las venganzas violentas.

Hasta hace no demasiado tiempo, mucha gente veía acrecentado el problema de combatir el hambre, porque, con frecuencia, sólo disponían de los animales que cazaban, además de algún cerdo casero. La dificultad alcanzaba incluso a los más acomodados, por eso consiguieron que el Papa accediera a venderles la Bula, y eximirles así de la obligación de no comer carne. El pontífice entendió que era una buena idea porque así recaudaba ´algo´más y él mismo podía disfrutar gratuitamente de su dispensa. Para la desigual forma en que afectaba la prohibición a la población, ya Voltaire dio una explicación muy convincente:”Mientras el rico se gana el cielo comiendo un besugo fresco en Viernes Santo, el pobre se va al infierno por ingerir un trozo de tocino rancio”.

En la actualidad, los carnavales se han ido convirtiendo en cultura (sin entrar en matices conceptuales). En Venecia, por ejemplo, el carnaval se ha vuelto sutil, teatrero, artístico. En Brasil, más musical, danzarín, excesivo. En Cádiz o Badajoz, sobresale lo musical (murgas) orientado a la crítica socio-política…

Por todo lo dicho es claro que carnaval significa el aviso del final de la fiesta. Considerando el largo tiempo de prohibiciones que iba a venir, algunos pensaban que era razonable dar rienda suelta a los excesos, ya que la penitencia estaba asegurada.

Como ya queda dicho, después del Medievo fue disminuyendo el rigor cuaresmal, gracias a las bulas, al relativo relajo de la Inquisición, a las indulgencias y a la facilidad de alcanzar el perdón mediante la confesión. También el carnaval fue mejorando al enriquecerse con ciertas manifestaciones artísticas, como la danza, el teatro, la música y la crítica social (murgas). Realmente, en la actualidad, se ha ido perdiendo en nuestras latitudes el acoso moral de la Cuaresma, resaltándose en mayor grado y perfeccionismo la faceta trágica y folclórica a través de las procesiones de Semana Santa, donde se manifiesta la máxima expresión del dolor a través del sonido elemental de los pasos, los sencillos pero iterativos y lastimeros sonidos musicales y la rotura del silencio cuando suena una saeta.

Pero el carnaval ya no es tan malo. Tampoco es necesario hacer tanta penitencia. El concepto de pecado se ha ido diluyendo lentamente. Se trata de una muestra más de cómo todo cambia (Heráclito), incluido el mismo Dios, ya que se ha vuelto mucho más comprensivo y mucho menos exigente que en tiempos remotos.

La palabra ´carne´ proviene de la raíz indoeuropea ´sker-´ (cortar), de donde deriva la latina ´caro´ (pedazo cortado). O sea, que este nombre se construyó a partir de lo que se hace con ella, y no de lo que es (esencia). Por su parte, el adjetivo ´crudo´, muy asociado a la carne sin cocinar, significa ´sangrante´ (de ´cruor´, sangrar).

Las luchas entre Don Carnal y Doña Cuaresma son expresión de la metáfora moralista del enfrentamiento entre deber y placer, entre virtud y vicio, entre orden y anarquía, entre el ansia de dominio y la de libertad. Como aparece en el cuadro (1559) de Brueghel el Viejo, Combate entre don Carnaval y doña Cuaresma, al contraponer la Posada a la Iglesia. O la Batalla entre don Carnal y doña Cuaresma, del Arcipreste de Hita (1330).

Del libro ´La Palabra y su Imagen. 101 palabras con historia´ , de Juan Verde Asorey  y Manuel Malillos Rodríguez.

«La Leoncia»

Con el artículo “la” delante se suele llamar a esta escultura de bella factura, la conocida vendedora del periódico “Extremadura” (hoy “El Periódico Extremadura”, fundado por el Obispo don Pedro Segura Sáenz, posteriormente cardenal arzobispo Primado de Toledo y más tarde, con igual dignidad, de Sevilla), cuya talla tiene toda la carga doméstica, popular y castiza, proveniente de la costumbre de ciertas comarcas de nuestra tierra extremeña, hábito que no está, por otra parte, extendido en ambas Castillas.

Tal señora que, en su estatua, puede frisar en los sesenta y tantos años, tiene una magnífica ubicación junto a la misma iglesia de San Juan de los Ovejeros de Cáceres, templo muy céntrico en la ciudad y donde en su día, en época medieval, se estacionaban los grandes rebaños de ovejas que trashumaban a los altos montes leoneses procedentes de las bajas de Andalucía.

Nos ha parecido bien, entre la diversas galería de esculturas elegidas para el presente texto (en que Manuel Malillos tiene la misión de iluminar sus detalles, con la gracia y la precisión que ya conoce el lector, por otros libros que también ha ilustrado), escoger la efigie de “la Leoncia”, por las razones que, a continuación, vamos a ir enumerando.

No se trata de una escultura rutilante ni de grandes proporciones, ni de la grandilocuente estatua de un caballero que cabalgara en el soberbio alazán de un general famosos, héroe en la guerra de Cuba, Filipinas o Marruecos. Ni se trata de una estatua de un Premio Nóbel, jerarca político u otro preboste cualquiera, que hubiera triunfado en la alta sociedad de las finanzas, la banca o en el comercio. Sino que estamos ante una modesta escultura, creada en bronce, que refleja magníficamente un espléndido retrato de citada señora, que se gana el pan vendiendo, diariamente, el ya mencionado diario Extremadura.

Un retrato con los detalles y estigmas de un elocuente naturalismo, aunque sin concesiones a la teatralidad, sino a la más fresca y directa plasmación de algo, por lo que nos lleva a ver a una Leoncia caminando por la calle con un manojo de ejemplares en ristre, vendiendo las excelencias de tal periódico. La estatua no está apoyada en ninguna plataforma, ni derramando al aire sus cabellos de gusto expresionista con mirada altiva y empapada de épico glamour, sino que estamos ante una mujer del pueblo que, con gesto iluminado por el esbozo de una sonrisa y vistiendo blusa, zapatillas y mandil, recogida su melena en un clásico moño, ofrece su mercancía informativa al ocasional pasajero.

Pues bien, este apacible retrato de cuerpo entero y de fresca postura, y un algo de humilde mansedumbre, fue en su día agredida en una noche de jolgorio y botellón por ciertos mozalbetes, pero su bárbara agresión tuvo su respuesta mediática y la enérgica protesta de una gran parte del público cacereño, que ya hace tiempo está viendo en esta bella escultura algo entrañable del más sencillo cacereñismo.

Este apacible icono broncíneo, cuando paso por la plaza de San Juan de Cáceres, me atrae de una manera especial, como si me dijera: “¿Quiere comprarme un periódico, que viene hoy muy interesante?”. De todas formas, al mismo tiempo, esta señora que, ya con voz cascada, voceaba el “Extremadura”, no hacía más que recordarme a aquella otra mujer que, en la calle del Pez de Madrid, en los años del franquismo, gritaba con voz monocorde los nombres de los diarios “Madrid” y “Pueblo”.

En aquellos gélidos inviernos, acentuados por el cierzo del Guadarrama, se escuchaba, todos los atardeceres, la voz enérgica y bien timbrada de una humilde mujer madrileña que, como Leoncia, se ganaba la vida al frente de un quiosco. Es ya nuestra vecina esta estatua apacible y bondadosa. Grande es su sencillez, nos saluda con el mensaje social de mujer trabajadora.

Del libro ´Cáceres. Historia, Arte y Leyenda´, de Manuel Vaz-Romero Nieto  y Manuel Malillos Rodríguez

Cartelistas de cine

Los carteles de cine se usan para anunciar una película. Comenzaron como publicidad exterior anunciando el programa de las películas, en vallas publicitarias de la calle y sobre todo, en las fachadas de los cines; más tarde su uso se extendió al interior de las sales de cine, junto a los programas de mano. El hecho de que el cartel cinematográfico siga utilizándose desde hace más de un siglo justifica la validez de este modelo publicitario, como referente simbólico y recordatorio para el espectador. En realidad, sirven para establecer el primer contacto entre una película y sus posibles espectadores, de ahí la importancia de la selección de las imágenes que figurarán en ellos. Suelen ser escenas significativas del filme, y muchas veces, meros reclamos.

Los primeros carteles del cine español datan de principios del siglo XX, pero alcanzan su máximo esplendor durante el periodo 1940-1980, (posguerra y transición españolas). En dicho periodo se incluyen los más destacados artistas dedicados al cartel de cine. Entre ellos:

José Peris Aragó (Alboraia, 1907-2003): El clavo (Rafael Gil), Malvaloca (Juan de Orduña). Dibujó carteles de tema bélico e histórico para películas del realizador Juan de Orduña: A mi la legiónLocura de amor, Agustina de Aragón y Alba de América.

Josep Soligó Tena (Barcelona, 1910-1994). Construyó carteles de gran fuerza cromática. Su estilo se inspiró en la escuela del gran Josep Renau (famoso por sus numerosos carteles sobre la Guerra Civil). Pese a que muchas de sus creaciones se consideraron estrafalarias para la época, Soligó continuó con sus diseños de gran fuerza colorista. Su obra se  centró básicamente en el sello de Twenty Century Fox. Entre sus trabajos más destacados figuran: Pasión de los fuertes (John Ford), Eva al desnudo (Joseph L. Mankiewicz), Crimen perfecto y Sospecha (Alfred Hitchcock), El hotel de los líos (William A. Seiter), Río sin retorno (Otto Preminger),  Niágara (Henry Hathaway) y Flecha rota (Delmer Daves).

Macario Gómez Quibus (Mac), (Reus, 1926), dibujante y pintor, ha sido reconocido como el último gran cartelista español. Su gran oportunidad le llegó de la mano de Paramount, con la película  Los diez mandamientos, de Cecil B. DeMille. Se le encargó un cartel de grandes dimensiones, que tuvo un gran éxito. Además de éste, sus carteles más destacados son: El zurdo (Arthur Penn),  Moulin Rouge (John Huston),  Mientras Nueva York duerme (Fritz Lang),  Carmen la de Ronda (Tulio Demicheli), La tentación vive arriba (Billy Wilder) e Ivanhoe (Richard Thorpe).

Francisco Fernández Zarza (Jano), (Madrid, 1922-1992) fue el más grande cartelista de cine de su época. A él se deben no menos de 5000 carteles. Dibujante excepcional, cultivó diversos géneros como el retrato y la caricatura, como en Atraco a las tres (José María Forqué), La pandilla de los 11 (Pedro Lazaga), Chica para todo (Mariano Ozores). En su taller de la calle Bordadores se diseñaron carteles que cubrían las fachadas de los cines de Madrid: Calle Mayor (Juan A. Bardem), Pollyana (David Swift), Arenas de muerte (Henry Hathaway), Más dura será la caída (Mark Robson), Safari (Terence Young), La sirena y el delfín (Jean Negulesco) y muchos más. Según el actor José Sacristán, Jano “está en la memoria del cine español con la misma categoría y el mismo derecho que las películas que anunciaba”.

Los dibujantes y pintores catalanes Ramón Martí, Josep Clavé y Hernán Picó fundan la empresa mcp (siglas de sus apellidos), dedicada al mundo de la publicidad cinematográfica, actividad que simultanean con una gran afición artística. Algunos de sus mejores carteles: Esta tierra es mía (Henry King), El compromiso (Elia Kazan), Obsesión, Imitación a la vida y Orgullo de raza (Douglas Sirk),  La legión invencible (John Ford), Coraza negra (Rudolph Maté) y El rey y yo (Walter Lang).

José Montalbán Saiz (Montalbán). Junto con el dibujante Jano, con quien compartía amistad y trabajo, fue uno de los cartelistas más prolíficos que ha tenido el cine: Sayonara (Joshua Logan), Tres de la Cruz Roja (Fernando Palacios), Conflicto íntimo (John Gilling), Mi querida señorita (Jaime de Armiñán), Dulce pájaro de juventud (Richard Brooks), y otros. Ha celebrado, y aun celebra, exposiciones de pintura en toda España.

Iván Zulueta (San Sebastián, 1943-2009) destaca por la originalidad de sus carteles cinematográficos: Arrebato (del propio Zulueta) Furtivos (José Luis Borau), Viridiana (Luis Buñuel),  Sonámbulos (Manuel Gutiérrez Aragón) y en filmes de Pedro Almodóvar: Laberinto de pasiones, ¿Qué he hecho yo para merecer esto? y Entre tinieblas.

La risa (I)

Etimología significa el discurso acerca del verdadero contenido de las palabras que se investigan a partir de su origen y evolución. Es lo que permite rastrear la historia y los secretos del lenguaje verbal. Veamos, por ejemplo, las palabras disfrute, diversión y risa. Pues bien. El disfrute deriva de la acción de comer (fruta); la diversión proviene del hecho de remover, variar, modificar, diversificar, interpretar, y la risa suele resultar del contraste entre dos cosas, ideas o pensamientos, relacionados de una forma paradójica, contradictoria, absurda, inesperada o sorprendente. Todo esto  nos lleva a pensar que el disfrute exige una cierta pausa y tranquilidad (la comida y su digestión),  la diversión pide movimiento y se expresa mejor con la danza, y la risa reclama el intercambio de ocurrencias fuera de la lógica pura. Estas apreciaciones surgen casi espontáneamente de una visión somera y rápida de la historia de estas palabras.

Se supone que la risa es un deseo natural humano, pero parece que todavía es pronto para reírse de ciertas cosas. El hombre ha conseguido antes llegar a reírse de lo evidentemente más tétrico como es la muerte, que de los dioses, de los brujos, de la suerte o del destino.

Solo unos pocos humanos han ideado ciencias, iconos y símbolos que, con distinto éxito, se han ido generalizando entre los demás convecinos. Algunos, con sus variantes inevitables, han llegado a difundirse por todo el mundo. También un reducido número de individuos ha sabido utilizarlos como instrumento de sumisión de la mayoría. Todo lo cual guarda cierta lógica, ya que son los menos los que han sabido fingir dioses, formular principios, fabricar artilugios y definir valores. Los demás, desorientados, han ido yendo siempre detrás o delante a empujones.

Es verdad que las cosas van mejorando, incluso lo hacen algunos dioses. Paradigmático me parece el famoso aggiornamento católico llevado a cabo por el Vaticano II. El Dios judeocristiano, por ejemplo, ya no pide sacrificios humanos (Abraham), ni envía a su hijo a ser colgado en la cruz (Cristo), ni siquiera amenaza con el fuego eterno (Infierno). Ahora se puede poner a Dios Padre dialogando con el Espíritu Santo sobre lo mal que le ha salido la Creación (viñeta de El Roto. EL PAÍS de 8-2-06), que hasta sugería al cardenal Rouco una comprensiva sonrisa.

Históricamente, reírse siempre ha sido muy malo o, al menos, sospechoso. Quien lo hacía, o era tonto o se burlaba. Porque el mundo no tenía sitio para el placer y el humor. Solo a partir de la segunda mitad del siglo XX, se han realizado estudios serios sobre la risa, tanto desde el punto de vista psicológico como médico (Robert Provine, Charles R. Gruner, John Morreall, etc). Por eso no he sido capaz de encontrar ningún libro titulado Historia de la Risa, aunque de ella se habla a lo largo de toda la Historia. Y es que la risa no tiene historia (o tiene muy poca). Siempre se ha tenido que desarrollar a escondidas o en tugurios. Cuando alguien que tuviera autoridad sobre cierta gente observaba a algún súbdito riéndose, hasta podía ser condenado a muerte, si el ofendido era el rey o algo sagrado. Porque, como decía mi libro de Moral Católica del bachillerato, la ofensa se mide por el ofendido. De ahí que el último necio era capaz de producir una ofensa mayestática o infinita (a ¨su majestad´ o a ´dios´), lo que justificaba su ejecución o una condena eterna (infinita al menos en el tiempo).

Del libro ´SABOR Y SABER. Conversaciones sobre el mantel, de Juan Verde Asorey, Víctor Manuel Casco Ruiz y Valentín Domínguez Cerrillo. Ilustraciones de Manuel Malillos Rodríguez.

A una amiga que se fue

 

En el banco virtual de la esperanza

ha quedado un retazo de mi vida.

Nos despojó de amiga tan querida

la Parca, rigurosa en su asechanza.

 

Henos aquí, repletos de añoranza,

aunque el alma te siente revivida;

que esta pena cercana y tan sentida

traspasa de dolor como una lanza.

 

Volaste rauda al mar de las estrellas,

y desde allá nos miras con ternura;

nuestros ojos te ven en todas ellas.

 

Nos cediste tu ser, tus cosas bellas,

la amistad, el cariño y tu figura,

que nos dejó perdidos tras tus huellas.

 

(A Mª Jesús)

Croissant

Casi todos los panes y bollos son resultado de la creatividad y habilidad de los panaderos, pero también muchos de ellos se crearon por necesidades especiales, gustos refinados e incluso asociados con sucesos bélicos, como es el caso del croissant.

Dado que el nombre es francés, se suele pensar que proviene de Francia, pero su origen es otro muy distinto. La palabra ´croissant´ significa ´creciente´,  y se fabricó para hacer referencia a la imagen de la Luna que aparece en la bandera turca.

La exhibición de esta figura siempre ha sido típica en todos los procesos de expansión árabe. Por eso, la historia del croissant está ligada a un suceso bélico que se dio en la ciudad de Viena en 1683. El Imperio Otomano avanzaba adentrándose en Europa en su guerra con el Sacro Imperio Romano Germánico después de haber arrasado los Balcanes y gran parte de Hungría. El Visir Kara Mustafá se disponía a invadir Viena con un ejército de casi 200.000 soldados. Para salvar la gran muralla que rodeaba la ciudad, intentaron excavar túneles por debajo de la misma, durante la noche. Pero ruidos raros generaron suspicacia en los panaderos de la ciudad, y dieron la alarma. Por ello, los defensores de la ciudad derrotaron por sorpresa a los otomanos.

Para celebrar la victoria,  los panaderos crearon un bollo con forma de media luna creciente (lune croissant), el símbolo de la bandera otomana. Por lo tanto, comerse un croissant simbolizaba devorarse a un turco, como dulce venganza.

En el hemisferios norte la Luna es ´mentirosa´, en el sur la Luna no miente: C = Creciente, D = Decreciente. Quien tenga interés en buscar por qué se dijo ´croissant´ a la luna menguante de la bandera otomana, tendrá que indagar si se habla desde el hemisferio sur, o si quienes dijeron ´creciente´ (incluidos los pasteleros de Viena) ignoraban cuándo la luna es creciente o menguante. En todo caso, hay cierto galimatías en este asunto.

Del libro ´La Palabra y su Imagen. 101 palabras con historia´ , de Juan Verde Asorey  y Manuel Malillos Rodríguez.

Presentación de «Sabor y Saber»

El pasado 1 de febrero, en el Ateneo de Cáceres, tuvo lugar la presentación del libro “Sabor y Saber”, del que son autores Víctor Manuel Casco Ruiz, Juan Verde Asorey y Valentín Domínguez Cerrillo. Las ilustraciones se deben a Manuel Malillos Rodríguez y la edición y maquetación a Cristina Medrano Moreno, de la editorial Cuatrohojas.

La presentación corrió a cargo de uno de los autores, el filósofo Juan Verde, quien comenzó dando las gracias por su asistencia al numeroso y entendido público congregado. Indicó que el libro se compone de cuatro partes: Diez recetas culinarias, la historia de diez alimentos o condimentos básicos, diez relatos filosóficoliterarios como propuesta de temas de conversación y un glosario relativo a estos tres asuntos. De ahí que el libro se subtitule Conversaciones sobre el mantel. Dijo que se ha pretendido realizar un libro informativo y divertido : Puede  ser muy divertido juntarse en torno a una mesa para comer (cum-edo) y hablar. Y es informativo porque se intenta transformar las maneras de comer, de entender y de pensar, y no dejar nuestra felicidad al azar. Comer significa alimentarse en compañía (quien come solo no come, ingiere).Además, es agradable también saber algo sobre cómo se cocina o produce un alimento, la historia de algunos que son básicos para la humanidad, al tiempo que se disfruta de una conversación gratificante.

Continuó Juan Verde indicando el cometido de cada uno de los componentes del libro. Así, Valentín se ha encargado de explicar la forma de preparar comidas clásicas concretas, Víctor de presentar las peripecias históricas de la sal, los garbanzos o las tencas. El propio Juan nos introduce en los vericuetos de la felicidad, el amor, las utopías,.. o (en el glosario), de palabras como salud, tenedor, cantimplora o fagopinofasia. Del ilustrador (el que esto escribe) dijo que si el libro fuese un edificio, él sería el artista encargado de adornar la casa y diseñar el jardín; en un exceso de generosidad, me comparó con los artistas Le Nôtre y Le Brun, que diseñaron los jardines de Versalles, de forma que su belleza hizo palidecer la del palacio de  igual nombre.

Añadió que conviene tener siempre presente las cuatro partes del libro, ya que, como se dice en la contraportada, no es un libro de recetas; no es un libro de Historia de la Gastronomía; no es un libro de Filosofía. Es un libro donde todo ello se junta, pero sin perder sus esencias. Cada apartado de cada capítulo informa de cosas concretas: historia de la sal, cómo se cocina un mojo de tencas, qué hace falta para ser feliz, por qué la palabra ´convinar´ o por qué aparece Sean Connery en la palabra Risa.

Por último, intervinieron la responsable de la editorial Cuatrohojas, Cristina Medrano, y los autores de la obra, así como el ilustrador, que comentaron brevemente algunos aspectos curiosos de su aportación al libro. Previo a su desarrollo, se ofreció a los asistentes que lo desearan, una degustación a base de pan, aceite y sal, tres de los elementos básicos que se citan en el libro.